viernes, 28 de septiembre de 2012

Bogotá

Una ciudad increíblemente fría, donde los árboles y los baches parecen aliarse. El transporte masivo es insuficiente, inseguro, maltratado e indolente; una urbe violada, plagada de intrusos y visitantes. ¿Quién podría vivir así? Apenas salgo y me siento como un mosco en la leche, como un ciudadano malcriado a merced del mantra "todo es más fácil con Venezuela al lado".

Pero toda esa mierda no me importa, porque precisamente es esa mierda la que conforma su innegable virtud. Es el ambiente del sudaca condensado en una gran nevera, llena de delicias por probar; una ciudad que es más una prueba de vida y de supervivencia cultural. Aquí, los animales decentes y la gente que frunce el ceño desde las 4 de la mañana conviven con el aroma a chocolate, almojabana y buen porro. Es una gran "cemental" llena de magia, colores, eventos y arquitectura tatuada.

Soy feliz en esta puta (literal) ciudad fría.

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